CAPÍTULO 1
Las ligeras y finas gotas de
lluvia a la vez que el apagado romper de las olas del mar golpeaban su cuerpo
semidesnudo tirado en la arena…
Poco tiempo después recobraba el
conocimiento…
Todavía se encontraba sumido en
una especie de letargo, mezcla quizás del naufragio, de la insolación o del
golpe recibido en su cabeza…
-Arián –logró balbucear
tímidamente como si de un suave murmullo se tratara…
El cuerpo de Arián se encontraba
apenas unos metros a su derecha, lo suficientemente cerca como para escucharle…
lo suficientemente lejos como para no poder alcanzarlo al estirar su huesudo
brazo…
Arián, la esbelta muchacha de tez
oscura y cabello dorado continuaba inconsciente… sus ropas rasgadas dejaban ver
la gravedad de sus heridas a lo largo de su bello cuerpo…
Yandros trató de incorporarse
pero un fuerte estruendo seguido de un golpe cerca de su sien le sumió de nuevo
en la más absoluta oscuridad…
-Yandros, despierta –gritó Arián
a la vez que lo zarandeaba…
Arián miró a su alrededor, nada
tenía que ver el paisaje en el que se encontraba con sus últimos y cálidos
recuerdos de la noche anterior, sumida en un ambiente acogedor en el camarote
de un pequeño barco…
Ahora estaba en mitad de la nada,
herida en el interior de una jaula, como si de un animal salvaje se tratase,
junto a ella yacía inconsciente su maestro Yandros.
Miró a su alrededor… árboles… y
la nada…
Gritó…
Yandros despertó…
-¿Estás bien? –preguntó mientras
observaba la profunda herida de su hombro.
-Anoche
estaba mejor, pero sigo viva –respondió encogiéndose de hombros a la vez que
una mueca de dolor asomaba en su rostro.
***-***
Sus
ojos volvían a adquirir una tonalidad entre rojiza y anaranjada, no podía
evitarlo… o tal vez ni siquiera quería plantearse el tener que evitarlo…
-¿Sabes
que llega la hora? –le indicó Garth su jefe y compañero de equipo.
-Cada
vez sucede antes –contestó el joven Lanz.
-Un día
no habrá marcha atrás, tenemos que encontrarlo.
Lanz no
sabía si realmente quería encontrarlo, cada vez se encontraba más cómodo con su
metamorfosis, había llegado a un punto en el cual deseaba que llegara el
momento del cambio… se encontraba más libre, más enérgico…
Garth
se atusó su canosa barba al tiempo que contemplaba con cierto grado de tristeza
el destino de su joven compañero… debería haberme sucedido a mi… mi paso por
este mundo llegará pronto a su fin… pero no, tenía que ser al joven Lanz que
apenas había cumplido la mayoría de edad… que injusto es este mundo… pensó.
La
oscuridad se apoderaba del equipo, la niebla habitual llegada la noche se
cernía sobre ellos.
-Esta
noche acamparemos aquí –dijo Garth dirigiéndose al resto del equipo. –Mantened
los ojos bien abiertos y preparad a Lanz para la hora.
***-***
…y sin
vacilar le hundió el puñal en el pecho junto al corazón… y seguidamente la
garganta…
-Sucio
bastardo, se acabaron tus días de tortura y violación.
La
pequeña pelirroja de apenas dieciséis años no dudó un instante a la hora de
zafarse de su captor, arrebatarle el puñal que llevaba en su cinto y asestarle
un golpe mortal, llevaba años viviendo en la calle, sobreviviendo a su manera
en ese mundo de desorden y caos. Su corazón era puro, como su cuerpo, pero su
instinto era salvaje… el bien y el mal eran conceptos ambiguos con tonos muy
difusos y la línea que dividía lo bueno de lo malo era tan cambiante como los
territorios por los cuales viajaba.
Ella
seguía buscando a su hermana… y nada ni nadie la detendría en su afán por
encontrarla… y nada ni nadie la dañaría bajo ningún concepto.
Lo
tenía claro, los cadáveres eran su más preciado medio de aprovisionamiento,
monedas, ropas, útiles, comida… todo lo que necesitaba…
Se
acercó al viejo carromato y forzó la cerradura, la cara de las seis muchachas
que se hallaban en su interior cambiaron de repente al ver a la pequeña bañada
en sangre detrás de la puerta.
-Rápido,
fuera, hay que escapar de aquí, no tenemos todo el día –replicó.
Seis
jóvenes con edades comprendidas entre los catorce y dieciocho años desfilaban
una tras otra hacia el exterior del carromato.
-Gracias
Lorene has sido muy valiente –dijo la mayor de las muchachas al tiempo que
sacaba de una vieja bolsa ropas limpias –toma, cámbiate, no puedes escapar así.
Saikio Shore...
El último Caballero Samurai...