Diez años mirándola.
Diez años mirándola. Es demasiado.
Desde mi ventana, todos los días, mirándola.Ella allí abajo, yo aquí arriba.
Diez años. Diez años mirándola.
Veintisiete metros de distancia. Veintisiete interminables metros que
me separaron de ella durante diez años.
Diez años. Diez años mirándola.
Todos los días y todas las noches, diez años. Cada mañana, desde antes
del amanecer, y hasta el final de la noche. Dieciocho horas al día, a
veintisiete metros, durante diez años.
Diez años. Diez años mirándola.
Dieciocho horas, en verano y en invierno. Dieciocho horas al día, en
otoño o en primavera. A un salto de ella, yo esperaba. Contando sus
movimientos, esperando.
Diez años. Diez años mirándola.
Vigilando cada gesto, cada paso. Estudiando su forma de moverse. Su
manera de mirar, de mirar a la gente. Viéndolo todo, viéndola toda. Analizando
cada acto, analizándola.
Diez años. Diez años mirándola.
Desde mi escondite, desde mi ventana, horas para ella, dieciocho.
Catándola por todos los lados, desde todos los ángulos. Diez años escudriñando
dan para mucho, incluso a veintisiete metros. Adelantándome con el pensamiento
a su siguiente gesto, conociéndola. Sabiendo cada vez como hará esta o la otra
cosa. En que orden, de que manera.
Diez años. Diez años mirándola.
Casi estando en ella, notando cada parte de su cuerpo. Andando con
ella, parándome con ella. Acompasando mi tiempo al suyo, haciendo suyo mi
tiempo. Sintiendo mi sangre correr a la velocidad de la suya, bombeándome con
su ritmo. Bombardeándome de movimientos, de posturas y de pausas.
Tranquilizándome con su calma, agitándome con sus pasos. Durante dieciocho
horas al día, cada día del año.
Diez años. Diez años mirándola.
Bailando al ritmo de sus caderas, moviéndome con sus hombros desnudos.
Pareciendo que me acariciaba con sus manos, siendo yo cada cosa que ella
tocaba. Acompasando cada zancada se sus piernas delgadas, aguantando el ligero
peso de sus pies pequeños. Siguiendo el compás de su aliento, respirando el
aire que a ella le había tocado.
Diez años. Diez años mirándola.
Mojándome con cada gota de su sudor, con cada poro de su piel morena.
Acariciado por su melena, flotando con ella. Alzándome con cada brincar de su
falda, con cada centímetro que mirar.
Diez años. Diez años mirándola.
Arropado por su calor y aliviado por su frescura. Prisionero de sus
caprichos, de sus gestos naturales. Hundido en sus ojos, y ella hundida en mi
mirar.
Diez años. Diez años mirándola.
A un milímetro de su boca, enganchado en su aliento. Pero a veintisiete
metros de distancia.
Diez años. Diez años mirándola.
Y nunca fue mía.
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(29-Agosto-1999)