CAPÍTULO 1 - 2ª PARTE
-Se nos
fue de las manos, hay que buscar una solución. –musitaba el bueno de Bellcross.
-¿Solución?
¡No! Debemos continuar, sólo hay que modificar algunos parámetros y la obra
será maestra. –refunfuñaba Mordak.
-Pero…
-No hay
pero, sabes que no hay lugar para un pero, no es el momento, ya no hay tiempo.
-Pero,
mi Señor…
Mordak
lo interrumpió con la mirada…
Miedo,
todos le temían, a pesar de su avanzada edad Mordak se conservaba como si un
pacto, con entes oscuros, hubiera realizado en su juventud, apenas aparentaba
llegar a la treintena cuando realmente pasaba con creces el medio siglo.
Se
contaban de Mordak tantas historias y leyendas que sólo pronunciar su nombre
helaba el cuerpo de los más valientes.
Allí en
aquella lúgubre estancia de pie junto a la chimenea miraba fijamente Mordak a
Bellcross, su alta figura negra se desdobló… alzó su mano y los cuervos graznaron…
Bellcross
palideció…
-Mi
Señor, yo no quería…
Silencio…
***-***
Era
prácticamente imposible contenerlos a todos…
O un
milagro llegaba hasta ellos o no podrían contenerlos durante mucho más tiempo…
Eran
cientos… quizás miles… tal vez millares los que se divisaban en el horizonte
acercándose hasta ellos…
-Esto
es una locura, vamos a morir…
-Hoy no
–dijo el salvaje Fogox a la vez que sonreía… - Hoy no.
Cyan lo
miraba con una extraña mezcla de miedo, amor y asombro, la joven y dulce
salvaje no era capaz de comprender como se había llegado a aquella situación,
admiraba demasiado a Fogox y a la vez estaba tan locamente enamorada de él que
su ceguera le impedía en parte ser consciente del peligro real que se
avecinaba.
-Están
ya muy cerca –indicó la muchacha.
-Aguanta
un poco más –le susurró Fogox dulcemente al oído mientras le hacía un guiño
para tranquilizarla –ya casi he terminado.
La
joven salvaje mantenía sus brazos alzados al cielo, concentrando el haz de luz
que emanaba de ellos cubriendo el lugar con una azulada esfera de unos pocos
metros. Pocos ya quedaban en su interior, apenas siete salvajes dentro y pocas
decenas tratando todavía de impedir el avance del mal.
Y el
mal continuaba devorando todo a su paso… hasta atravesar la esfera y cubrirlo
todo por completo…
***-***
Él era
el creador de mundos, no encajaba en su sociedad, siempre era “el raro”, pero ya
se había acostumbrado a escuchar aquello a lo largo de su poco más de un siglo
de vida… ciertamente… no era normal.
-¡Cuidado!
–exclamó el anciano.
De
nuevo su mente se nubló y tuvo una visión, campos desolados, una gran batalla
en la cual sus protagonistas principales salían ilesos y se escabullían por uno
de los numerosos túneles que daban a la zona desconocida.
No era
la mejor opción, pensó, aunque probablemente en aquella situación era la única.
-Maestro,
lo ha visto, ¿verdad? –preguntó Droid su joven acólito.
-Así
es, los he visto –murmuró.
Droid,
el joven aprendiz se quedó unos instantes mirando fijamente al anciano esperaba
algo más en su respuesta.
-¿Todavía
estás ahí?
-Lo
siento, ya me marcho maestro, solo pensaba que tal vez…
-“Solo
pensaba que tal vez”. Error, debes aprender a no pensar, todo lo que pienses
puede influir en el trascurso natural de los acontecimientos, absolutamente
todo lo que pienses se puede crear, no debemos abrir puertas en el mundo que
desconocemos, déjate guiar, que las visiones de los acontecimientos lleguen a
ti pero no al revés, no generemos acontecimientos a través de nuestros propios
pensamientos. Debes aprender a controlarlo, trabájalo joven Droid. –le
interrumpió el anciano.
***-***
El
mellado albino reía a carcajadas de nuevo.
-¿Te
parece gracioso? –le espetó Grunk el gran gigante de forma tosca.
-Lo es,
me parece increíble que algo tan feo como tú se vaya a casar. –contestó Daryl
el albino.
Grunk
lo miró como si lo fuese a fulminar pero aun siendo tan grande y el albino tan
insignificante y delgado, sabía que no era buena idea.
-¿Se lo
has dicho ya, le has dado ya el anillo? –sonrió el albino.
-Eso es
de mentes débiles, nosotros, los verdaderos machos alfa no damos anillos ni
esas tonterías, nosotros conquistamos imperios en dos días y les regalamos la
nación conquistada a nuestra princesa guerrera. –gritó el gigante a la vez que
sonreía.
Ingenuo,
que vas a conquistar tú con lo bobo que eres, pensó el albino mientras
continuaba afilando su puntiaguda daga.
Saikio Shore...
El último Caballero Samurai...
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